Las emociones al desnudo de «Poeta en Nova York»

Crítica de Lourdes Abuide para «El Progreso»

Me he imaginado a Lorca sentado en una de las sillas colocadas en el escenario del Auditorio Gustavo Freire entre las cien personas que, desde un cuadrilátero, contemplábamos cada escena. Le hubiera gustado oír sus palabras en gallego. Pero sobre todo ver tres cuerpos retorciéndose con todo tipo de emociones hablando de su obra. Para alguien que tuvo en vida un gran miedo a mostrarse hubiera sido una verdadera liberación.
María Roja actúa con fuerza retorciendo el cuerpo de todas las formas posibles para moldear unas palabras que le salen del vientre como si fueran hijos lanzados al mundo. Tiene seguridad en el personaje, lo maneja como quiere y el resultado es que hace creíble tanto el sufrimiento como la risa. Sabela Eiriz parece haberse comido a todas las mujeres lorquianas. Mantiene su porte recto y poco emotivo pero se transforma ante el fuego. Un fuego llevado a escena que convierte en ceniza al mismo tiempo el libro y las palabras. Estas dos mujeres en el escenario son completamente distintas pero se complementan de forma perfecta mientras recitan a Lorca.
Sergio Zearreta es una voz potente, varonil y con una perfecta dicción pegada a un cuerpo con movimientos medidos, bien marcados que hablan casi tanto como su voz. Podría representar al caballo de Pepe Romano de Bernarda Alba que se viste y se desnuda completamente con la misma maestría. A Zearreta no le falta ni le sobra nada, recorre todo el escenario, se esconde, se queda inmóvil completamente desnudo, abraza, es padre o mujer. En la libertad, el ser humano lo puede ser todo. Algo que no pasaba en esa sociedad que pinta Lorca en Poeta en Nueva York en donde existe la opresión, el machismo, la homofobia, o el racismo. Es un acierto realizar un montaje cercano al público como le gustaba al propio Lorca.

Excelente dirección de Paloma Lugilde que transforma cuerpos y espacios como nadie. No hay lugar para el sosiego, quizás porque una obra que es recitada, sin prácticamente diálogos necesita, sobre todo, acción para no ser monótona. Consigue estremecer, emocionar y disfrutar con un teatro en verso. Se nota que hay un gran trabajo de dirección detrás, con mucho marcaje de movimientos. Una puesta en escena impecable con colores tenues como el de la ceniza. Es un acierto llevar el fuego al centro del teatro como un personaje vivo más que se convierte en muerte y que Sabela Eiriz maneja con todas sus variables posibles.

Escuchar El pequeño vals vienés de Leonard Cohen que tan bien conjuga con Federico es un auténtico regalo. Lo tararea Sabela Eiriz al principio y al final lo oímos con fuerza bajo ese escenario alumbrado por 9 bombillas y una treintena de focos que solo se utilizan para marcar espacios. Es una obra que no admite medias tintas, o gusta o disgusta. En definitiva, es un trabajo de dirección y actoral maravilloso. En los puntos negativos le sobra texto, se confunde y no se sigue. El escenario no tiene buena acústica y, pese a la perfecta dicción, se pierde significado.

Prefiero los textos originales, Lorca en gallego es menos Lorca como cualquier otra traducción. Sobra el último artificio de tirarse cubos de agua, quizás por tan utilizado en las obras de Paloma Lugilde empieza a ser algo predecible. Poeta en Nova York es una producción de Paloma Lugilde que se encarga también de la dramaturgia y con traducción de Xoán C. Laxe. Ha sido producida en colaboración con el Centro Dramático Galego y se ha estrenado en Lugo con dos funciones que enseguida han agotado las entradas. Sigue su gira por Galicia y le auguro un buen futuro. Es una obra imprescindible para los amantes de Lorca y para los demás casi que también.

Fotografía: VivaLugo

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