Mnemosyne. Naturaleza muerta con Palimpsesto
Crítica de «Ada ou Contar de memoria unha novela de Nabokov»
Ningún de vós se achegará a ningunha persoa consanguínea para lle descubri-la súa nudez.
Levítico 18, 6.
Una mesa puede ser una invitación, un ágape que lentamente se dilata en el regocijo del encuentro, un topos de memoria cultural, una naturaleza muerta cargada de memoria. Todo esto es Ada ou Como contar unha novela de Nabokov, performance que firman María Roja y María Chiginskaya y que tuvo lugar el jueves día 13, na Casa do Saber lucense, dentro del ciclo “ Xoves de Moda” del Lubicán.
En torno a una mesa transcurre esta magnífica pieza teatral: experimento dramático sobre la memoria y sus laberintos surgido durante el lento proceso de restablecimiento de una enfermedad, e inspirado en la novela de Nabokov Ada o el Ardor. Para que el mecanismo dramático funcione resulta necesario que el espectador selle un pacto con los silencios del discurso asumiendo las inferencias esparcidas a lo largo de la obra en múltiples intersecciones, y se imbuya de todo lo que se muestra.
Ya en el inicio, María Roja, cual Virgilio, nos guía desde el Vestíbulo a la planta subterránea de la Domus Do Mitreo, donde se nos explica brevemente la historia de diferentes elementos de la época romana que salieron a la luz tras la excavación, recurso dramático para llevarnos al Averno de nuestra memoria.
Siguiendo la huella lorquiana de «comedia sin título» con la irrupción en escena del «espectador», dejada a modo de indicio (sutil resorte dramático) en la arena romana, remontamos las escaleras amarillas que conducen a la Antitierra. Traspasado el umbral, enfrentamos una mesa repleta de objetos sometidos a presiones culturales poderosas. Cuencos con frutas del bosque, una tetera, dos pocillos, una hogaza de pan y un par de libros, dialogan con dos mujeres impregnándose con ellas.
A medida que el tiempo humano fluye en torno a ellos, puliéndolos y manejándolos a través de actos concretos de atención y de siglos en los que toda una coyuntura ha ido segregando su familiaridad, somos partícipes del caos generoso del que las dos protagonistas rescatan sus recuerdos.
Son objetos conocidos, primordiales, pertenecen al “aevum “, ese tiempo que tiene un principio pero no un final.
El montaje, a modo de trompe l’oeil, favorece el engaño, pues nuestra visión no se encuentra con los objetos esperando, sino que tropieza con ellos de modo accidental. Lo que está hecho en el momento presente “sopla en la cumbre del pasado”. No pude evitar “ El Espejo” de Andrei Tarkovsky, un film extraordinario, magia visual de evocaciones continuas de sentimientos y recuerdos.
Es sabido que las asociaciones sinestésicas favorecen la memorización de conceptos abstractos al vincularlos con realidades sensibles. Así sucede con el pan de pasas convertido en Victoria (Masha huele literalmente la victoria), con la agria melancolía del yogurt ácido endulzado con fresas y arándanos, con todos los recuerdos incrustados en su memoria, en el orgullo del alma rusa.
La yuxtaposición de voces con dos discursos narrativos en paralelo, brillante desdoblamiento, la práctica de un ejercicio de partitura gestural (pura tarea actoral) en la escena de la memorización de un poema, el trabajo mímico en la reproducción de gestos sobre un fondo documental, nos remiten a la alargada sombra especular de nuestra verdad personal, nos invitan a restaurar nuestro pasado recobrado en detalles devolviéndolo al presente.
Decía Bernard Shaw, que el “teatro es un factor de pensamiento, un incitador de la conciencia, un esclarecedor de la conducta social, una armadura contra el desespero y la oscuridad, y un templo de la elevación del hombre”. María Roja y María Chiginskaya asumen esta función clásica del teatro manteniendo la fuerza de su espíritu creador.
Lo único que no me ha gustado es el final. Hubiera bastado con respetar el pacto establecido al principio de la representación. El lenguaje corporal había sido convincente; lo orgánico poderoso. El mecanismo encajaba, estaba dotado de sentido. Como espectador, había comprendido todas las inferencias mostradas durante la función, todo el universo de referentes sobreentendidos había sido aceptado. No eran necesarias las injerencias.
Aplacen el té que aguarda reposando en el samovar y vayan a verla.
Ramón Ferreira (Blog La Sinrazón del Testimonio).
+info:
https://traquido.blogspot.com/2020/02/naturaleza-muerta-con-palimpsesto.html